Ella hace años que le ama, desde el respeto, el cariño y la admiración, y él la recibe con esa majestuosidad que le han dado los siglos como acogiéndola entre sus paredes y dándole una luz especial que la hace brillar entre las demás.
Ella se pasea entre sus estancias, flotando ligera, etérea y se admira de nuevo ante cada obra como la primera vez, y él se deja querer porque le gusta y sabe que ella le ama y se siente hermoso, coqueto, dichoso.
Ella conoce sus obras y nos las explica. Se detiene ante una y sus ojos se sonríen traviesos porque sabe que su historia nos va a gustar porque esconde secretos románticos que nos hacen estar atentas como niñas ante un cuenta-cuentos, y empieza, y nos habla de él, de ella, del tiempo que vivieron, la historia que compartieron, de cómo acabó todo, de si fueron felices y comieron perdices o de si el destino fatal les convirtió en leones y les dejó de piedra para la eternidad… Y nosotras admiramos, sonreímos, disfrutamos y nos dejamos querer también porque es un regalo que nos hacemos; esta experiencia tan única, tan bonita, tan femenina… Y entonces ella nos habla del autor, de su momento, del porqué de ese encargo, y eso también nos gusta y nos hace sonreír. Y así, una obra tras otra, ligeras, felices, hablando de amor y de desamor, aprendiendo, creciendo, compartiendo y disfrutando de la calidad de una buena guía en medio del Museo del Prado.
Dedicado con mucho cariño a Silvia Biosca, amante del arte.
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